Texto: Diana Zavala
Pedro, desde que se supo de tu muerte se ha escrito seguido de ti, y he notado que más de un texto se endereza citando unos versos tuyos. Después del funeral, un docente de Quito me convocó para un evento; dije que no era voz autorizada, respondió que otras plumas se negaron porque las relaciones estaban rotas, querían hablar del Soledumbre, taller que dirigiste en la ULEAM (Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí). Acepté.
Tras el sepelio fui al cajón donde guardé los documentos que me confiaste en el 2009. Recuerdo que estábamos en Mar Abierto, la editorial que fundó tu hermano Ubaldo (+); hasta esa fecha, además de la admiración como poeta y maestro (intactas), creía en todo lo que decías. Tu proyecto de ese tiempo era la novela autobiográfica “El Príncipe de los canallas”. Un día imprimiste en letra grande y pusiste en mis manos tus primerísimos apuntes, por si perdías el pendrive, a la compu le daba algo o la vida te asestaba una nueva puñalada.
Con felicidad clandestina, escogí una página al azar y me encontré con un río salvaje, estaba ante el fluir de la conciencia, estilo que alguna vez abordamos en el taller. Leí poco, zarandeabas con tu verbo a una persona que te prodigaba afecto. No quise saber más. Metí las hojas en una carpeta y de allí no salieron hasta ahora. Parte de ese material pasó por la pulidora y está en los poemas y relatos que siguieron a la antología “17 puñaladas no son nada”. Hay unas descargas del tedio laboral: “ahora voy a la u. tengo ganas de renunciar al taller x q nadie m coge la onda miento si me la cogen pero parece que nunca VAN A PARECERERC SUS VIAdas a las mías”. Hablas de tu muerte en un mal cálculo del turno “UBALDO S EMBORRACHARIA REPITIENDO Q EL ME ESCRIBIO LOS POEMAS Y LOS ENEMIGOS HABLARIAN DISCURSOS CONMOVEDORES DEL POETA IMCOMPRENDIDO PEDRITO EL INCOMPRENDIDO SARTA DE HIPOCRITAS NO NO NO PERDON HABLO DE MIS ENEMIGOS CUANDO CONFUNDEN MS PALABRAS”.
También en el cajón estaban las fotocopias que compartiste en el taller (Paz, Rulfo, Mayo, Carver, Baudelaire, Rimbaud, Poe, Pessoa, Panero y tantos monstruos), además de los borradores de cuentos y poemas con esos certeros tachones y notas al margen. Me parece escucharte: “es un engendro”, “se están meando fuera de la bacinilla”, “esto no sirve ni para el baño porque el papel es tosco” y acto seguido lo rompías y pobre del blando que no entendiera que el texto se defiende solo, que el taller no era un club y que no había tiempo para el psiquidrama.
En el 2018 me fui a Nueva Zelanda, partí con el mejor recuerdo de ti y de los compañeros, llevé tu poesía como siempre lo hice, como lo seguiré haciendo. Al volver, tanto tú como el grupo estaban distantes. Lamentabas haber “criado patocuervos” y me incluiste en la bandada de la traición, de la cual (real o imaginaria) no fui parte. ¡Al carajo!, qué importa ya, hecho está, como es un hecho que sin ti otro hubiera sido el cantar, al menos yo no hubiera publicado ficción. Decías que en la vida hay que ser bueno en lo que se hace. Buen poeta, buen maestro, eso cumpliste. Aquí no cabe otro sentimiento que la gratitud, pienso que te reencontraste con tu madre, con el huracán de sus brazos y su risa, como cuando el hermoso y tímido Pedrito se perdió (por primera vez) en el Carnaval de los 70′.