Texto: Eduardo Varas C.
¿Para qué sirve la música, especialmente la académica? ¿De qué se trata esto de tomar composiciones de otros y transformarla en el repertorio para una orquesta con decenas de músicos compartiendo tiempo y espacio? ¿Qué deja esta experiencia? Las respuestas a estas preguntas las tenía Álvaro Manzano.
Y en un gesto de absoluta humanidad, nunca se guardó las respuestas.
Tenía 67 años cuando nos enteramos de su muerte. El sábado 19 de febrero de 2022 la noticia se hizo pública a través de un comunicado de la Sinfónica Nacional, en el que decían que lamentaban “profundamente el fallecimiento de nuestro director emérito, el ilustre Maestro Álvaro Manzano, nuestros corazones se encuentran consternados ante tan irreparable pérdida humana y artística”. Una forma elegante de contarlo.
Ante la sensible partida de nuestro Director Emérito, el maestro Álvaro Manzano, la Orquesta Sinfónica Nacional del Ecuador extiende las más sinceras y sentidas condolencias a sus familiares y amigos.
Te recordaremos siempre. pic.twitter.com/PdkS2hMc2o
— Orquesta Sinfónica Nacional del Ecuador (@sinfonicaosne) February 19, 2022
Tal como esa elegancia en sus momentos de dirigir músicos, vestido para la ocasión, moviéndose con parsimonia.
La consternación por la noticia se expandió. No sabemos todavía por qué o cómo pasó y quizás eso sea lo menos importante. Porque, en el caso de un director de orquesta, en el caso del maestro Álvaro Manzano, lo importante nunca es el cómo y el por qué, lo importante siempre es el qué: lo que está ahí, lo que produce en los demás, la emoción que consigue. Un director de orquesta despliega a músicos y transforma a los oyentes. Eso es lo que interesa.
Por eso lamentamos que ya no esté aquí. Pero las memorias de quienes lo vimos en su rol principal, abriendo el camino a los sonidos de la música académica, permanecen.
Fueron 38 años dedicados a la música y cuando se retiró de su puesto como director titular de la Sinfónica, en marzo del 2021, dejó en claro que no dejaría la música. Porque él y ella no tenían fecha de caducidad y, la verdad, ya no la tendrán. Estuvo 25 años a la cabeza de la Sinfónica y en 2020 le dieron el Premio Nacional Eugenio Espejo, en la categoría de “Creaciones, Realizaciones o Actividades en favor de la Cultura y las Artes”. Fue director de varias orquestas en países como Argentina, Brasil, Costa Rica, Colombia, Bolivia, Chile, Cuba, Estados Unidos, Estonia y El Salvador.
Después de su jubilación quería dedicarse a escuchar más música, por placer; a dar clases de historia de la música y a hacer un doctorado. ¿Habrá hecho algo de eso? Es lo primero que me pregunté. Uno nunca está completo, siempre hay algo más para remover. Manzano todavía tenía más para experimentar. 67 años no son muchos años. Y bueno, ya no está. La experiencia ahora será nuestra. Recuperando las memorias y los vídeos que hay en YouTube para verlo en acción, dirigiendo, si esa conexión con la música se volviera algo que se puede escuchar y ver.
La música de Verdi, de Mascagni, de Schumann, de Tchaikovsky seguirán, pero ya sin el gesto de Manzano, sin la preparación, sin los acentos, sin la interpretación que él permitía fluir y encadenar. Las notas en el papel permanecerán y esos detalles prodigados por su mirada quizás desaparezcan en tiempo real. Sí, la vida es así. Pero todo lo que se acaba, toda gestión que termina, no se va del todo.
La música sin Álvaro Manzano es la música que dejó Álvaro Manzano en todos estos años; son sus ideas, sus gestos, sus criterios; la forma en que los sonidos salieron de la partitura y se fueron armando al vaivén de sus manos y la batuta.
Apenas se despidió de la Orquesta Sinfónica Nacional —de la que se convirtió en director emérito— conversé con él sobre lo que considera su legado. Me dijo que no tenía sentido para él responder eso. Que otros lo dirán, pero él no.
Tuvo razón.
También le pregunté sobre lo que lamentaba no haber conseguido. Me respondió con claridad: “Yo no he conseguido hacer una orquesta grande, como el país se merece. Y esto es por causa de presupuesto”.
Entonces desarrollaba una idea que toda persona dedicada al arte y a la cultura, en el país, sabe y no se cansa de decir: hay que apoyar el arte. Álvaro Manzano la tuvo clara:
“La cultura es una gran inversión, es una de las más grande de las inversiones sociales, cosa que no se dan cuenta. Un país culto, si es amante de la cultura, si se trabaja en ello, tendremos un país mucho más productivo (…) Hasta ahora ningún gobierno se ha dado cuenta de eso. Es lamentable”.
Sí, ya no está más entre nosotros. Pero sigue estando ahí, diciéndonos esas cosas que necesitamos oír, armando esas piezas que debemos escuchar. Hoy, solo es cuestión de presionar play para que siga vivo entre nosotros.