Texto: Eduardo Varas C.
La idea estaba ya clara para la gente de InCrescendo, desde 2019. El 13 de marzo de 2020, ya con la mitad de primer acto ensayado y avanzado, Carlos González, director de la obra, se le acercó a Daniela Cabezas, la productora, para preguntarle qué se hacía. El coronavirus ya estaba tocando la puerta de Ecuador y había que decidir algo. «Lleguemos hasta donde podamos», le respondió ella. Dos días después, todo se detuvo.
«Fue soltar algo que fue duro para todos», dice Cabezas al recordar ese momento. Lo que pasó después fue encontrar el momento propicio para retomar. Fueron varias fechas, entre ponerlas y cambiarlas, porque nada estaba claro con relación a lo que se podría ser. A fines de 2021 dijeron «mayo de 2022», con la esperanza de que todo fuera más sencillo y de que hubiera un mayor aforo. Y esa fecha se mantuvo. Ya está aquí, hoy, en el Teatro Nacional Sucre, este 6, 7 y 8 de mayo; con la repetición el siguiente fin de semana: 13, 14 y 15.
Todo el mundo estaba en paréntesis y todo el mundo esperó, hasta los dueños de las licencias que se adquirieron para hacer el musical. Pero algo fue transformándose en el camino.
Ya sea desde la misma concepción o emociones en ciertas escenas del musical creado por Catherine Johnson, basado en el cancionero del gran grupo sueco y que se estrenó en el circuito de Londres en 1999, el «tiempo fuera» afectó el proceso. Desde la producción, como no pasaba en los anteriores proyectos —el último fue «Chicago», en 2019—, se activaron protocolos para que todo marche sobre ruedas. Ahora la enfermedad y los síntomas —así como el aislamiento del elenco y del equipo para no contagiarse— son piezas fundamentales del cuidado. Sí, es otro momento.
«Hay un cambio adicional por este parón de casi dos años y es con los artistas. Se ven distintos, actúan distinto, interpretan distinto«, explica Daniela Cabezas. Para ella, esto se debe a que el arte permite transmitir sensaciones y mientras más estén con uno, más se podrá transmitir. «He visto en ensayos cómo en ciertos momentos, los actores se ven afectados por lo que están haciendo y se ponen a llorar», cuenta Cabezas.
Esto porque «Mamma Mia», si bien es una especie de comedia de enredos en medio de las geniales canciones que Benny Andersson y Björn Ulvaeus compusieron para ABBA, se concentra en los emociones que mueve. Porque aquí está Sophie, que vive en una isla griega junto a su madre, Donna. Sophie ama a Sky, su novio y ansía casarse con él, es su sueño. Pero no está completo, ella quiere que su padre la lleve al altar. Entonces Sophie arma un plan en el que termina invitando a su boda a tres posibles candidatos para ser su padre, Sam, Bill y Harry. Y bueno, ya podemos imaginar el resto.
Si les resulta conocida esta historia —con las canciones de ABBA incluidas— es porque se hizo una exitosa película en 2008, con Meryl Streep y Pierce Brosnan.
Sobre el escenario
La idea de Increscendo es hacer de Ecuador una plataforma de musicales como en otros países de la región. Y para eso buscan estas obras que son un éxito asegurado. Pasó con otras piezas que han presentado, como «Avenida Q», «Cabaret» y «Chicago» y ahora no existe dudas de que pueda suceder con «Mamma mia». Esta idea se mueve en varios niveles.
No solo es traer estas obras, sino que en escena sean impecables y que puedan montarse en varias ciudades. En Guayaquil, por ejemplo, las funciones serán el 16, 17 y 18 de junio próximos, en el Teatro Sánchez Aguilar.
Por eso se dan los ensayos extenuantes y largos, porque la idea es que todo el mundo en escena pueda cantar, bailar y actuar, sin importar su rol. La obra reúne a 19 personas en el elenco principal, cuatro en el cuerpo de baile, cuatro cantantes de cabina y ocho músicos en la banda que toca en vivo. La apuesta es grande.
Hay un factor determinante aquí.
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Para Carlos González, el hecho de parar sí que permitió que las ideas maduraran y que se ajustaran cosas que de otra manera no habría sido posible. Pero hay algo más. Un gesto mucho más poderoso. «Una vez que se retomaron ensayos, todo el elenco y todo el equipo apreció muchísimo más el poder ensayar, el poder estar juntos y el saber que vamos a volver al teatro (…) Vivimos una sensación que hace dos años no teníamos, que es apreciar mucho más el volver a hacer este arte que fue una de las industrias más golpeadas en este tiempo».
No es una venganza, no.
Es la alegría de volver a escena y, por qué no, de cantar esas canciones que levantan a cualquiera. Se trata del poder del arte, de la música. Es el poder de los musicales.