Texto: Eduardo Varas C.
Vídeo: Cortesía Penguin Random House
Las ruedas de prensa pueden ser actos de maldad, espectáculos circenses o simples ejercicios de paciencia para todos los involucrados. No importa el interlocutor ni la razón, o si es presencial o a través de Zoom. A veces, este es el único vehículo que existe para acercarse a gente que se mueve en otra liga. Un premio Nobel de Literatura está en ese grupo, desde luego.
Abdulrazak Gurnah tiene voz gruesa, con cierta profundidad, algo que se puede perder en la traducción simultánea, eso sí. Pero se puede escucharlo de fondo.
Quizás sea un prejuicio de oyente, y eso de la profundidad y voz gruesa va de la mano con estar en un listado de importancia. Quizás sea que mucha gente en el mundo lo ha leído y otra tanta lo va a leer; ahora, especialmente en español. Porque una de sus obras más importantes, «A orillas del mar», saldrá en los próximos días en España, a través del sello Salamandra. Y se supone que días después estará en el resto de América Latina.
La idea es leerlo, ¿no? Para hacerse luego un criterio propio.
Esto, ante una obra que ganó un Nobel por «su penetración intransigente y conmovedora de los efectos del colonialismo y el destino del refugiado en el abismo entre culturas y continentes«, como lo explicó la Academia Sueca, el día del fallo del premio, en octubre del año pasado. Colonialismo, desarraigo, migración… estos son temas que tocan sus libros y que tienen a su propia experiencia como punto de partida. Ya que Gurnah, nacido en Zanzíbar, en Tanzania, en 1948, llegó a Inglaterra a los 18 años: un hecho que le cambió la vida.
Así como un cambio debió darse en él cuando le dijeron que había ganado el Nobel de Literatura. Y esa es una de las preguntas que, en rueda de prensa con un centenar de periodistas de Iberoamérica, responde de entrada.
Poner lo que se conoce en una novela
En la rueda de prensa, Gurnah está rodeado de un centenar de cabezas. Le preguntan mucho sobre Ucrania —por la circunstancia política y la coincidencia del desarraigo como uno de sus temas—. Él responde, corrige aquello que haga falta corregir en las preguntas y no lo hace desde la soberbia.
No es que Abdulrazak Gurnah se sienta cercano. Es educado y responde con calma y precisión. Sabe todo el interés que se ha generado a su alrededor, y entiende qué es lo que debe hacer y quizás ya tenga claro lo que deba responder.
Es consciente de esa parte que hay detrás de ganar el que se supone es el premio literario más importante del mundo.
Los derechos en español de la obra de Gurnah llevaban aproximadamente 10 años libres. Y apenas se anunció su premio Nobel, las editoriales empezaron con las pujas. Salamandra se quedó con el ganador y un poco más de un mes después publicó «Paraíso». Ahora es el turno de «A orillas del mar», en la que Saleh Omar, un comerciante de 65 años, llega a Inglaterra luego de huir de Zanzíbar.
Hay un eco de su vida en su obra. A esta altura ya muchos expertos lo saben y lo reconocen. El autor ha asegurado que ese es su interés, hablar de ese desarraigo que se da por abandonar el lugar de uno, ya sea por la razón que sea. En este vídeo lo explica mejor:
Ese desarraigo se vuelve actual al hablar de Ucrania, de lo que siente por la gente que debe salir de sus hogares y de cómo hay divisiones entre los distintos éxodos. Igual, como se puede ver en el vídeo se lo nota optimista.
Incluso cuando le preguntan sobre la repercusión de ser uno de los pocos africanos en llevarse este Premio —en 1986, Wole Soyinka fue el primer africano en llevarse el galardón—, Gurnah es capaz de mirarlo desde un «lado bueno». Eso, obviamente, sin dejar de ser crítico de la perspectiva europea detrás del Nobel y otros premios.
Lo que el libro enfrenta en estos momentos
Las ruedas de prensa también deben ser caóticas y ahí está su elemento más interesante. Porque las conversaciones van a cambiar y fluir hacia otro lado, en cualquier momento. Van a ir y a volver, se van a entrampar. Algo nuevo va a salir.
Siempre bajo la idea de que el intelectual —en este caso, el Nobel de Literatura— tiene algo que revelarnos sobre la situación del mundo. No es nada malo, es parte de la expectativa. Si pensamos bien de quien lee, ¿cómo no vamos a pensar maravillas de quien escribe? Abdulrazak Gurnah hace su parte.
Responde lo que le preguntan en ese vaivén. Es absolutamente contemporáneo a sus 73 años. Si bien hay cierto halo de frialdad, la generosidad es importante para él, se nota.
¿Que qué pasa con la situación del libro en este momento, sobre todo ante Internet? La pregunta está suelta y él responde —sin olvidarse del confinamiento por la pandemia, como argumento relevante—:
Entonces se da el giro total, la vuelta a un momento anterior. El tema es Ucrania, la invasión por parte de Rusia, el terror y el mecanismo que se intenta descubrir para evitarlo. La pregunta tiene sentido, en ese marco, porque se supone que hay algo que los libros pueden hacer en concreto para combatir las tiranías. Y por ahí va el tema.
Gurnah responde y no lo hace con cinismo. Es concreto y sabe que no se le puede pedir demasiado al mundo, desde el terreno de los libros. Es casi como bajar de la nube a un interlocutor, no para romper expectativas, sino para dimensionar, como se debe, el acto de escribir.
La charla termina, llegan las despedidas, y las cámaras se apagan. Gurnah habló y contestó. Está en esa etapa y la conciencia es muy fuerte. Luego será el tiempo de la escritura. Por lo pronto, no hay un solo momento en el que no esté ocupado siendo el Premio Nobel de Literatura. Los nuevos textos —si es que llegaran a existir— vendrán mucho después.