Empieza la guitarra en mi menor. Es el sonido de su Fender Stratocaster de 1962, con algo de chorus como efecto medular. Es él, es John Frusciante, marcando su regreso a los Red Hot Chili Peppers, como si no hubiera pasado el tiempo. Como si 16 años de distancia con el último disco que había grabado con ellos, “Stadium Arcadium”, de 2006, fueran nada. Como si lo estuviera esperando todo el mundo, para sentir que cada cosa está en su lugar.
Y lo está. “Black Summer” es el primer sencillo de lo que será el nuevo disco de la banda de Estados Unidos y que deberá salir el próximo 1 de abril. El álbum se llamará “Unlimited love” y será una colección de 17 canciones, producidas por Rick Rubin. Por lo pronto solo existe este adelanto y parecería ser suficiente.
Porque se trata de Anthony Kiedes en la voz, Flea en el bajo, Chad Smith —el gran Chad Smith, que debería ser considerado uno de los mejores bateristas del mundo— en la batería, y de John Frusciante en una misma canción, luego de su salida del grupo en 2009. Aquí hay mucho para indagar.
Ya que “Black Summer” ha generado dos aproximaciones en los fanáticos, si es que se toman en cuenta las publicaciones en redes sociales. Una, que habla de que es un retorno en todo el esplendor y otra, que esperaba una canción más poderosa. ¿Es posible que ambas posiciones estén en lo correcto? Pues de cierta manera, sí. El mecanismo es sencillo de dilucidar.
“Black Summer” parece una canción salida del disco “By the way”, de 2002. Tiene la misma cadencia y dinámica de los temas que aparecieron en ese álbum. En ese sentido, parece que no hay novedad. Sí que suena distinto, con más fuerza, con una actualidad sónica que se refleja es cómo todo suena compacto y con poder. Sin embargo, es una composición monótona y melosa, especialmente en el inicio, con un Anthony Kiedes que canta una melodía sin ningún tipo de gracia, con la misma sapiencia callejera californiana en sus letras.
No hay un buen despegue para la canción.
El coro eleva la apuesta un poco. Con las voces de un Frusciante preciso, como varias personas a la vez, gritando “ahhhhhs”, mientras Kiedis modifica la melodía hacia algo más próximo a los himnos de estadios que los Red Hot Chili Peppers saben hacer. Hay una mejora sustancial. Pero cuando se acaba el coro es cuando realmente se siente este regreso con fuerza.
En el solo de guitarra es que reside la contundencia de la canción. Frusciante tiene una especie de magnetismo en lo que genera como músico. Hay un aura en él, en todo lo que hace, ya sea en los seis discos que ha grabado con los Peppers —incluyendo el que va a salir en abril—, así como la casi veintena de producciones que ha lanzado como solista y con proyectos aparte. Todo tiene un sentido que sobrepasa lo sonoro. Es como si John Frusciante fuera una especie de pastor, dispuesto a guiarnos por un camino lleno de acordes y sonidos. Unos sencillos, otros complejos. Se trata de ingresar en el juego, en la estructura que él propone y salir de ahí siendo otras personas.
Es un tema de misticismo, aunque no tenga mucho sentido esta explicación.
Porque con Frusciante, los Chili Peppers recorren otro sendero. Uno en el que es más importante la construcción de la canción que su sonido. Frusciante suele dejar los efectos en un segundo plano, y en “Black Summer” esto es evidente. Para la banda es un salto hacia atrás, a un terreno conocido y seguro. Porque a diferencia de lo que pasa con los dos discos que hicieron con el gran Josh Klinghoffer —no solo un guitarrista excelente, sino un multiinstrumentista de lujo y dueño de una voz particular—, el grupo quiso recuperar un encanto que tuvieron y que con la nueva canción se prueba.
Un pedal fuzz le da a la guitarra su sonido preciso en el solo. John Frusciante diciendo presente. Es un solo largo, con el que el guitarrista puede demostrar que puede hacer lo que quiera. Y no es que toque 10 mil notas en dos segundos; no es la rapidez lo que resalta. Es la selección de notas, la forma de golpear las cuerdas, la manera de ser el de siempre. Por un instante, todo calza.
Luego se repite una vez la estrofa, solo que con más suavidad. Y el coro llega de vuelta, con una salida de la canción en la que Kiedis repite una frase, mientras el arreglo musical se vuelve reiterativo, para llegar al desenlace.
Es sencillo, pero funcional. Y eso es quizás lo que se critica.
No es que buscaban salir y golpear con algo diferente. Solo quisieron decir: “Ey, estamos de vuelta”. Y listo, más de lo mismo. Pero, si se trata de los Red Hot Chili Peppers, ese “más de lo mismo” es suficiente para emocionar.