Texto y entrevistas: Carolina Rodríguez
Cuando se abre el telón, se prende la televisión o el proyector del cine empieza a funcionar, hay una línea muy delgada entre el actor, el público y su futuro. Después de que los reflectores se apagan, una duda que está sembrada en la industria cultural ecuatoriana aflora: ¿Y ahora qué?
Esa pregunta ronda en la cabeza de los actores ecuatorianos y en sus corazones se genera más preocupación porque las condiciones no suelen ser las mejores para ellos. Por ejemplo, ser actor no es un trabajo que consta en el Código del Trabajo, ni en los registros oficiales. De entrada eso es tener la cancha en contra:
Recién en 2017, con la Ley Orgánica de Cultura, se contemplaron entre los derechos de los artistas la afiliación voluntaria al Seguro Social del IESS. Pero acceder a este derecho no es tan fácil como se lo pinta, porque para que el actor tenga un seguro debe afiliarse voluntariamente, lo que implica pagar una mensualidad de alrededor de 60 o 70 dólares, con un sueldo que, en casi todos los casos, depende del trabajo que haya, del público o lo que se recaude en taquilla o retransmisiones. Es decir que es un sueldo intermitente, a veces se tiene y a veces no. Esto se refleja en la «Encuesta de condiciones laborales en trabajadores de las artes y cultura«, realizada por el Observatorio de Políticas y Economía de la Cultura de la Universidad de las Artes, donde los principales resultados arrojaron que solo el 21% de los actores ecuatorianos tiene Seguro Social. Lo que quiere decir que el otro 79% sufre al no saber cómo acceder a una atención médica sin que le cueste una fortuna.
Es esa falta de derechos y oportunidades la que ha hecho que al actor le depare un futuro incierto. “Lastimosamente las condiciones en las que trabajamos los artistas han sido complicadas. Estadísticamente en el mundo, de 2 a 4 de cada 10 artistas pueden vivir 100% del arte. Estos números dejan ver que es un oficio complicado estés donde estés y que en Ecuador es más complicado por las condiciones en las que está la industria”, explica Alex Altamirano de UNIACTORES, una organización creada en 2015 que se enfoca en promover el desarrollo y la sustentabilidad de la actividad actoral en el entorno audiovisual de Ecuador. Él, junto a la actriz Juana Guarderas concuerdan que el actor tiene que vivir sin muchos recursos e ignorado por el Estado. “Muchas veces las autoridades piensan que los artistas ya lo tenemos todo, yo he recibido palmaditas donde me han dicho: Juana pero tú ya lo tienes todo. Y no es así porque sostener un proyecto cultural demanda mucho esfuerzo y si no tenemos ayuda no vamos a llegar a ningún lado.” dice ella.
Un claro ejemplo es Amparo Guillén, quien está cansada de que sus 48 años de trayectoria como actriz y el encarnar a la inolvidable Lupita en “Mis adorables entenados”, no haya servido de mucho pues hoy está sin trabajo, enferma y no tiene dinero para suplir sus necesidades como pagar la renta de su vivienda o comprar sus medicinas. Amparo sufre de diabetes tipo 2 y neuropatía, por ello no siente áreas de sus pies y manos, además tiene que someterse a una dieta estricta. Todos estos factores han hecho que la vejez de Amparo se vuelva una pesadilla y cada día se pregunte ¿Y ahora qué?
La falta de recursos económicos abre algunas discusiones dentro del gremio de actores. No hay una tabla salarial específica para el trabajo del actor y las productoras. Juana Guarderas explica que los actores trabajan en una especie de cooperativa, donde los actores trabajan sin sueldo y solo tienen que esperar a que el valor recaudado en taquilla alcance para cubrir todo el presupuesto de la producción, el costo de la sala de teatro y el sueldo de los actores quienes se sostienen por el público.
Por otro lado está la muerte de las producciones ecuatorianas en el ámbito audiovisual para televisión, lo que ha dejado sin trabajo a muchos, como el caso de Amparo Guillén. También está la violación al derecho del pago por retransmisiones. Este pago es gestionado y protegido por la Sociedad de Gestión Colectiva de Derechos de los Productores Audiovisuales y corresponde al respeto de los derechos de propiedad intelectual de los productores de obras y grabaciones audiovisuales, las cuales son transmitidas por terceros mediante señal inalámbrica, hilo, cable, fibra óptica e incluida las redes telefónicas. El problema en Ecuador es que ese derecho a retransmisiones no es respetado y simplemente como el Estado no paga, nadie paga. Alex Altamirano de UNIACTORES explica con frustración ese escenario:
Otro tema que habla de conseguir recursos y oportunidades son los fondos concursables dados por el Ministerio de Cultura y el IFCI, que si bien son una oportunidad para que un proyecto artístico salga a la luz y sea conocido por el público, también genera algo de descontento entre los actores y el sector audiovisual. Juana Guarderas dice que el manejo de la idea de los concursos por parte del Gobierno está incorrecto porque ponen a competir a los artistas profesionales y vocacionales. Los primeros son quienes sus principales ingresos económicos vienen 100% de su trabajo del arte y los segundos son quienes ven al trabajo artístico como complementario, es decir que no es su única fuente de ingresos. “Es muy diferente la realidad de un artista profesional y la de un artista vocacional. La mayoría de convocatorias nos han puesto a competir a todos en el mismo saco, entonces no es justo para ambas categorías porque, si bien se quiere ayudar a artistas periféricos, ellos no viven solo del arte lo que perjudica a los que están metidos las 24 horas del día en este trabajo. Un creador no descansa nunca, es por eso que considero que deberían existir dos fondos que beneficien a ambas partes porque hay menos valoración al artista profesional.”
De la misma manera, Alex Altamirano opina que está en contra de ese tipo de reparto de recursos. Para él hay demasiadas instancias burocráticas que están mal encaminadas y es por eso que la cultura no se desarrolla como debería en Ecuador.
La vejez y los problemas de salud son armas de doble filo dentro del sector de la actuación. Dentro de la industria cultural, la belleza y los estigmas considerados perfectos determinan al momento de dar papeles dentro de producciones. Altamirano cuenta que es muy raro que un adulto mayor se lleve el protagónico de una historia y se queda con papeles secundarios que, dependiendo la producción ,son bien pagados o no. Además, las posibilidades de tener un trabajo dentro de la actuación se cierran dentro de un perímetro muy estrecho.
No es fácil ser actor y en Ecuador, un país donde esta industria está muy atrasada, se vuelve un trabajo el triple de complicado. Por la falta de recursos, oportunidades laborales y, actualmente, el impacto que trajo la pandemia de Covid-19, los artistas han tenido que ver maneras de levantarse para suplir necesidades. Es por eso que entre ellos se ayudan.
Si el futuro de los artistas ecuatorianos se veía por una senda llena de neblina, ahora con la pandemia ese futuro se ve más oscuro. Pues muchos tuvieron que dejar sus trabajos como artistas y conseguir otro oficio para salir adelante mientras se reactiva el sector. “Yo todos los días me pregunto ¿Y ahora qué? ¿Y mañana qué? Inclusive el tiempo de esta entrevista es valioso porque yo siempre estoy creando, postulando, viendo donde hay nuevas oportunidades. Porque si no lo hago no hay quién me haga salir adelante.” afirma Juana Guarderas.
Pero no todo es triste porque con la pandemia y, en ciertos casos, se han abierto caminos dentro de la web e internet que ayudan a que las producciones traspasen fronteras y se den a conocer. Y hoy, con aforos más amplios para salas de teatro, la situación parece encaminarse. A pesar de esto hay que reconocer que al final de la línea, para quienes quieran dedicarse profesionalmente en la actuación en el país, lo ideal es aceptar que hacerlo al 100% es irreal.