Texto: Eduardo Varas C.
En «El piano», de 1993, hay una belleza que duele. Ada McGrath —Holly Hunter— es una pianista que no habla desde sus seis años y que en medio de la tensión que se va desarrollando en esta película, escrita y dirigida por Jane Campion, quizás llega a una certeza. Campion muestra a alguien que no puede exteriorizar lo que le pasa, pero con sus acciones, gestos, con la puesta en escena, la fotografía y la forma en que se ve cada cosa, lo dice todo.
Ada sufre y toma una decisión. La vemos, pero debemos asumir toda esa profundidad de lo que decide.
Para Campion, el cine no es un terreno de lo explícito. Es un espacio de totalidad. Lo que se ve y lo que no se ve forman parte de la experiencia de la película.
En 2021 apareció «El poder del perro». Ahí, los personajes como Phil Burbank —Benedict Cumberbatch— o Peter Gordon —Kodi Smit-McPhee— hablan, pero callan muchas cosas. Hay algo que está pasando por abajo y que no se dice. Pero está ahí, a la vista de todos los espectadores. Incluso aquello que no queda claro, tendrá sentido en su momento. Campion hace un cine con personajes que están rotos y que estructuran planes y los ejecutan para determinar la forma en que esos universos íntimos seguirán su camino.
Se supone que la neozelandesa Jane Campion ha hecho historia en la última entrega de los premios Oscar, al ser la tercera mujer en ganar el premio a Mejor Directora. Pero la historia que ha estado haciendo Campion viene de años atrás, casi 30.
En 1993 tomó al Festival de Cannes por el cuello, con «El piano», con la que ganó la Palma de Oro. En los Oscar del siguiente año, estuvo nominada como Mejor Directora, también, pero se llevó el galardón a Mejor Guion Original. Campion estaba en la cima.
Y no es que dejara de estar alguna vez. Pero pasaron 26 años para que ella recuperara la atención del mundo y 12 para que hiciera una película nueva. Jane Campion reconoce algo que el resto de personas no. Y lo demuestra con su filmografía, que incluye largometrajes, cortos y trabajos para televisión.
Un mundo a lo Campion
Jane Campion nació en 1954, en Wellington, Nueva Zelanda, dentro de una familia dedicada al teatro. Decidió enfocar sus estudios a algo alejado del teatro y se decantó por la pintura. Se graduó en la Universidad de Sydney en 1981, pero casi de inmediato se dio cuenta que por ahí no estaba lo suyo y giró al cine. En 1984 terminó sus estudios en la Escuela de Cine, Televisión y Radio de Australia.
Este cambio de carrera se deja ver en su cine. Hay un cuidado impresionante en cómo se ven sus películas, como si los mismos criterios para el manejo de la luz y el color en el arte pictórico le sirviera como herramienta fílmica.
En ellas algo se trasluce. Relatos mayoritariamente de mujeres en una posición compleja, que tratan de encontrar un camino ante lo que les sucede —en el caso de «El poder del perro» esto se cumple con el personaje de Kirsten Dunst, por ejemplo—. Que están en un mundo en el que los hombres tienen la posibilidad de someterlas, incluso desde el amor. Las mujeres de Campion pueden sufrir o verse en situaciones dolorosas, pero no son mujeres incapaces de tomar sus decisiones.
La fortaleza del cine de de Jane Campion es que hay siempre una posibilidad de redención, sin necesidad de llegar al final feliz, o solo con enunciar dos o tres claves. Su cine es un cine que en muchas ocasiones solo quiere dar pistas, o insinuar acciones. Hay mucho de eso en «El poder del perro», por ejemplo.
Y eso sí, los finales de sus historias son siempre de una brutalidad hermosa.
El detalle de su filmografía
Luego de varios cortos, su carrera como directora de largometrajes dio arranco con «Sweetie» (1989) y «An Angel at My Table» (1990). Ambos filmes recibieron reconocimientos y le permitieron desembocar en la magnífica «El piano». de 1993.
Tres años después hizo una adaptación de «Retrato de una dama», de Henry James, con Nicole Kidman y John Malkovich. En 1999 apareció otra de sus grandes películas, «Holy smoke!», en la que Harvey Keitel interpreta a un desprogramador que intenta sacar a Kate Winslet de una secta.
Para 2003 apareció «In the cut», cinta de tinte erótico, en la que Meg Ryan hace de una profesora de inglés que termina en medio de una investigación de crímenes terribles.
En su momento, este filme fue criticado con dureza. Pero con los años, se la ha revisado bajo otras ópticas y se la ha llegado a rescatar por su enfoque sobre lo femenino y la presión que siente su personaje central bajo la mirada masculina.
Seis años después aparecería su penúltima película, «Bright Star», en la que Ben Whishaw interpreta al poeta John Keats, desde la perspectiva de su prometida Fanny Brawne, representada por Abbie Cornish.
Para 2013 llegó tiempo de la televisión. Campion creó, escribió y dirigió la miniserie «Top of the lake», protagonizada por Elizabeth Moss. En 2017 pudo hacer una «segunda temporada», con la misma actriz. Esta serie, que se puede ver por HBO Max, es otra de esas joyas en las que un personaje roto y complejo, en un universo tan de Campion, debe resolver crímenes cometidos a mujeres.
El espacio de la mujer
El logro de Jane Campion en los Oscar es el de ser la única mujer nominada dos veces en la categoría de Mejor Director. Es probable que eso no le quite mucho sueño. En realidad, al leer las entrevistas que ha dado en los últimos meses, su conciencia sobre el mundo actual y su apertura consciente a la obra creada por mujeres es de absoluto optimismo.
Quizás optimismo no sea la mejor palabra para usar. Pero en ella hay una conciencia sobre lo que es ser mujer en varios aspectos, que al ver sus filmes se puede deducir algo: las mujeres pueden soportar al mundo, hasta vencerlo. En 1993, en pleno furor por el lanzamiento de «El piano», ella estaba embarazada y tuvo un parto de emergencia. Su hijo Jasper solo vivió dos semanas. En una entrevista con The Wrap, Campion habló sobre este momento de su vida de esta manera: «Nunca olvidaré a Jasper y le estoy muy agradecida. Pero también pienso: las mujeres saben cómo recibir golpes. Algunas mujeres hasta mueren en el parto. Dos de cada 100 bebés no sobreviven y yo tuve a ese bebé. Eso te arrastra directamente al corazón del sufrimiento. Siento que esa fue una experiencia espiritual y es algo por lo que estoy agradecida».
Esto también se revela cuando habla sobre los cambios que se han dado en el tiempo, ya que ahora hay realmente mujeres en la industria del cine, más que hace 30 años. Campion dice sentirse agradecida con el movimiento #MeToo —lo que no suena descabellado si se ven sus películas—: «Siento un agradecimiento emocional a las mujeres que compartieron sus historias. Esto cambió el ambiente cultural en el que vivimos. Un muro de Berlín cayó para nosotras. Ya no es aceptable el excluir a mujeres y ese no es un camino en el que queríamos seguir moviéndonos. Ese es un sentimiento que lo comparten tanto hombres y mujeres en nuestra comunidad».
Y es en ese espacio –no libre de errores, como lo que pasó cuando hace poco hizo un comentario sobre Serena y Venus Williams, que la llevó a pedir disculpas—, se mueve una cineasta que puedo o no puede estar en el radar de los premios. Una cineasta con un poder para contar historias que todos quisiéramos tener con nosotros siempre.