Texto: Génesis Anangonó Chalaco
Ya todos, queriendo o no, sabemos lo que ocurrió durante la 94ava edición de los premios Oscar. Will Smith salió en defensa de Jada Pinkett Smith y abofeteó al comediante Chris Rock luego de que hiciera un “chiste” sobre la calvicie de Jada. Esto sin considerar lo problemático que ha sido para ella lidiar con la enfermedad autoinmune que padece desde el 2018.
Es triste que un hombre negro que, en 2009, produjo el documental Good Hair para destacar la importancia del cabello afro en las mujeres negras estadounidenses haya utilizado, justamente, el cabello de Jada como un recurso para hacer reír a una audiencia mayoritariamente blanca. Duele, pero no sorprende, porque no es la primera vez que Chris Rock ataca a las mujeres negras en sus “bromas”.
Varias personas y, sobre todo, feministas blancas han calificado a Will Smith como “machista” y “violento”. Según ellas, Smith privó a Jada de la posibilidad de defenderse por sí misma de la violencia machista y racista a la que la expuso otro hombre negro. Aquí empieza el conflicto, porque esos análisis están dejando por fuera la perspectiva antirracista.
A las personas negras el privilegio blanco nos ha negado nuestra condición de humanidad, hasta el punto de (casi) convertirnos en objetos que, bajo esa misma perspectiva, no merecen ser tratados con dignidad ni respeto. Las mujeres negras hemos tenido que experimentar la violencia por partida doble: somos violentadas por ser mujeres y también por ser negras. A nosotras nadie nos ha defendido jamás. Nadie. Ni siquiera los hombres negros. A las mujeres negras históricamente se nos ha considerado como una propiedad y no como la “damisela en apuros” que necesita/merece ser salvada/defendida. Porque esos rasgos son vinculantes a la dignidad humana, que es algo que nosotras, según la supremacía blanca, no poseemos.
Calificar el enfrentamiento de dos hombres negros como la “perpetuación del patriarcado” o un símbolo de “masculinidad tóxica” es reduccionista por dos sencillas razones. 1) Will Smith y Chris Rock son hombres negros que no ocupan un espacio relevante en la escala de las masculinidades. Si volvemos al pasado ambos ni siquiera serían considerados hombres porque ese privilegio es de la blanquitud. 2) Ni Smith ni Rock son ejemplo de la masculinidad hegemónica. Ellos, aunque sean personalidades reconocidas y con un capital económico más que considerable siguen siendo negros y eso no es ni será suficiente para ser considerados como semejantes.
La reacción de Will Smith no es justificable, pero es legítima. Él hizo lo que cientos de personas, hombres y mujeres, que estaban en el auditorio no pudieron: señalar la violencia estética, el racismo y la misogynoir de Chris Rock hacia Jada y hacia las mujeres negras. Jada podía defenderse, pero la sanción social no habría sido diferente. Porque a las personas negras siempre nos pide anular nuestras emociones para no cumplir con el estereotipo que ustedes mismos nos han otorgado: “violentos”.
Ahora mismo la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas anunció el inicio de un procedimiento disciplinario en contra del hombre negro que abofeteó a otro hombre negro luego de que este humillara públicamente a una mujer negra. Eso es grave y merece una sanción ejemplificadora como quitarle el Oscar. Esos son verdaderos problemas que merecen sanción y rechazo. No como las denuncias de violencia sexual contra Woody Allen, Roman Polanski, Harvey Weinstein y otros tantos hombres blancos ante las que la Academia ha guardado silencio. Porque en su sistema racista solo nuestras emociones, expresiones y comportamientos deben ser sancionados con rigor.