«Si tu corazón es libre«, dijo Maria Alyokhina a Valerie Hopkins de The New York Times, «no importa dónde te encuentres«. Alyokhina, más conocida como Masha, ha sido la protagonista de una de la historias más intensas de los últimos meses. Y es que, como una de las fundadoras del colectivo artístico / activista Pussy Riot, no la estaba pasando bien en la Rusia de Putin, peor aún en un país empecinado en remover el nacionalismo, invadiendo Ucrania.
La historia es genial. Porque Alyokhina —así como su novia, Lucy Sthein— tuvo que salir de Rusia de una manera particular: burló a las autoridades que la custodiaban en su casa en Moscú, donde estaba en arresto domiciliario, disfrazándose de delivery de comida: uniforme verde intenso, con maleta en sus espaldas.
Maria Alyokhina —de forma personal y como parte de Pussy Riot— ha sido siempre abierta en criticar a Putin y todo su ejercicio autoritario. Ya en 2012 tuvo problemas legales por ingresar a la catedral de Moscú e interpretar «Punk Prayer», tema en el que criticaban la absoluta cercanía entre la iglesia ortodoxa y el poder político de su país.
Pero por una publicación en Instagram, de 2015 —en la que criticaba a Aleksandr Lukashenko, el dictador de Bielorrusia y aliado de Putin— fue detenida. En febrero pasado, por 15 días, ella estuvo en prisión. ¿La acusación? Propaganda de símbolos nazis.
Luego de esas dos semanas, fue puesta bajo arresto domiciliario. Y en abril, las autoridades le anunciaron un cambio en su condena: iría 21 días a una colonia penal. Eso fue suficiente.
El gran escape
Primero fue Lucy Sthein. Un mes después, Maria Alyokhina. Se puso el traje de delivery, dejó su teléfono en casa y salió. Burló la guardia y no fue detenida. Al vencer el cerco, un amigo la pudo sacar de Moscú y llevarla, en carro a la frontera con Bielorrusia. Sí, por ahí salió.
Intentó tres veces distintas cruzar la frontera.
La primera, la retuvieron por seis horas y la soltaron diciéndole que regrese a Moscú.
¿Qué pasó la segunda vez? Ni siquiera le prestaron atención y le dijeron que se vaya.
Todo cambió en la tercera. Porque a pesar de que Maria Alyokhina tenía un pasaporte lituano, la salida resultaba imposible. Así que sus amigos, desde afuera, idearon un plan que le ayudó a escapar. El artista islandés, Ragnar Kjartansson, consiguió que un país de la Unión Europea —no ha sido revelado el cuál, para evitar más problemas diplomáticos— expidiera documentos de viaje que le daban a Alyokhina la categoría de ciudadana europea. Y eso fue suficiente para entrar a Bielorrusia.
Mientras esperaba el bus para llegar a Lituania, ella no se hospedó en ningún hotel, ni dejó constancia de su nombre. Ella ríe cuando recuerda que con la documentación de europea, toda autoridad la trató de mejor manera que si hubiera presentado documentos como rusa.
«Mucha magia sucedió la semana pasada (…) Esto suena como una novela de espionaje», dijo Alyokhina al The New York Times. Para ella, que su paso de Rusia a Bielorrusia haya sido de esa manera, da cuenta del estado caótico del manejo de la ley en su país.
Fuera del caos
Después de su salida, Alyokhina no ha estado callada. Con el resto de integrantes de Pussy Riot —que han seguido escapando de Rusia— están ensayando en Vilna, capital de Lituania, para lo que será su próxima gira europea. Además, están de lleno colaborando con activistas a favor de Ucrania, en una serie de proyectos, que incluyen conciertos a favor del país invadido.
Ya sea en Islandia o en Lituania, las Pussy Riot siguen y se hacen más fuerte. Luego de una aventura de una semana, Maria Alyokhina puede unirse a este proyecto que ayudó a crecer y formar, para seguir haciendo lo que siempre quiso: protestar contra el autoritarismo de Vladimir Putin.