Texto: Ana Lucía Granizo
En 1992 “Maus. Relato de un superviviente” se convirtió en la primera novela gráfica en ganar un premio Pulitzer. Para ese entonces se habían escrito varias obras sobre el holocausto judío, pero la novedad de esta residía en la utilización del formato de cómic para plantear el cuestionamiento de la representación de este suceso histórico sin caer en la victimización o la complicidad. Para llevar a cabo este acometido, Art Spiegelman abre la primera parte, “Mi padre sangra historia”, con un epígrafe compuesto por las palabras de Adolf Hitler: «sin duda los judíos son una raza, pero no son humanos». La mirada deshumanizante que adoptó el alemán nazifascista fue, en gran parte, resultado de la campaña propagandística que presentaba al sujeto judío como rata. De esta manera, desde un comienzo, el autor juega con las palabras de Hitler y acoge esta figura animal para representar a los judíos en contraposición con la figura del gato, vinculada a los alemanes. Además, representa a los polacos como cerdos, a los estadounidenses como perros, a los franceses como ranas, a los suecos como ciervos y a los británicos como peces.
La representación de todos los personajes bajo el código de lo animal, especialmente debido a sus figuraciones antropomórficas, no solo resulta paradójica al enunciado de Hitler, sino que se presenta como una clave de lectura para la pregunta sobre cómo narrar un suceso histórico que parece inenarrable. En este sentido, dar cuenta al holocausto implica un proceso de conversión racional que desensibiliza a todo aquel situado por fuera de este entramado. Entonces, Spiegelman encuentra una solución a esta problemática al abarcar este episodio histórico a partir de la vida de su padre, Vladek. El autor constata que quiere “contar [su] historia, el modo en que sucedió realmente”. A través de la representación fiel, Spiegelman pone en cuestión la persecución y genocidio realizados por los alemanes al disfrazarla bajo el relato del instinto animal entre el gato y el ratón. La decodificación de lo animal permite que se comprenda como un mecanismo satírico el discurso nacionalsocialista, usado para evadir la censura y representar la realidad.
La potencia de esta obra artística reside en la narración de las historias particulares de Vladek, las cuales presentan un caleidoscopio de la vida del superviviente, siempre atravesada por el trauma histórico e individual. La aproximación de Art hacia su padre no acude a la victimización, al contrario, la relación conflictiva entre ambos devela las huellas profundas del horror en tanto que el trauma del holocausto se transmite de generación en generación. Para este trauma el registro puede resultar insoportable, pues, en esta reconstrucción de la historia familiar, Art se entera de que su padre había destruido los diarios de Anja, su madre. A pesar de insistir en que se trata de historias similares, la voz de la madre, quien sobrevivió al holocausto pero se suicidó décadas después, queda enterrada en el olvido. En última instancia, esta novela gráfica sitúa al holocausto judío como un episodio histórico cuyo sangrado se extiende por el tiempo hacia las nuevas generaciones.
Maus. Relato de un superviviente
Art Spiegelman