Texto: Eduardo Varas C.
El camino hacia “Motomami” no ha sido sencillo. Porque sonaron sencillos y ya hubo sentencias:
Que Rosalía cambió para mal, que no tiene sentido lo que canta, que la calidad es baja.
En el fondo se trata de cuestionamientos que deben tener soluciones: ¿hay vida después de “El Mal Querer”? ¿De ese disco que Rosalía Vila Tobella hizo junto a El Guincho entre mayo de 2016 y noviembre de 2017, que salió en noviembre de 2018 y que se comió el mundo?
En teoría sí, debe existir. Incluso a pesar de que la gente haga comparaciones que colocan a las canciones de “Motomami” muy por debajo de las anteriores.
Como si eso que hizo de Rosalía una estrella se hubiera esfumado.
O como si la propuesta de su disco anterior fuera tan redonda que resulte difícil de sobrepasar.
Y es que en el caso de “El Mal Querer” no hay mucho que decir. Es perfección pop. Álbum hecho como trabajo para que ella obtuviera su licenciatura en la Escola Superior de Música de Catalunya —y obviamente, se graduó con honores—. Este es un ejercicio de mixtura precisa: flamenco, con pop y ritmos urbanos. De la mano de El Guincho, salió algo que el mundo requería y no lo sabíamos.
De ahí, la conquista. Varios sencillos, duetos con gente reconocida —como J Balvin, Travis Scott y Ozuna—, remixes, premios, todo lo que se espera de algo de calidad. Inmersión profunda en el trap, el reggaetón, la bachata, con artistas importantes tanto para el mercado inglés y en español. La apuesta estaba ya hecha.
La era de “Motomami”
Esto sucede en Los Ángeles. Sí, Rosalía vive en Estados Unidos. Ahí se da el cambio de estrategia, de aproximación, quizás hasta de manera de comprender a la música desde otras perspectivas. “Motomami” es el disco del cambio. Se supone. Pero uno de esos que a varias personas no ha sentado bien.
¿Qué pasa con “Motomami”? Es una apuesta demasiado experimental para alguien que busca estar arriba. Hay ritmo, una especie de deconstrucción del trap y del reggaetón. Un ir y venir. Hacerlo y no hacerlo. La transformación es intensa. La apuesta sigue siendo comercial, claro. Pero, en este momento, solo ella puede darse el “lujo” de hacer un tema en el que recita el alfabeto completo, dotándolo de palabras relacionadas con ella y la idea detrás del disco y listo. Rosalía hace una canción como si se tratara de referencias bibliográficas.
Entonces, con “Motomami” hay un gesto de cambio. Como ella lo aclara en una de las partes entendibles de su tema “Saoko”: “Como Sex Siren, yo me transformo / Me contradigo, yo me transformo / Soy to’a’ las cosa’, yo me transformo”.
Sí, ella puede hacer lo que quiera.
Ya hizo “El Mal Querer”, ya no importa nada más. En la impresionante “G3 N15” dice: “Esto no es el mal querer, es el mal desear”.
Ahora es una mujer que vive el deseo y su sexualidad. ¿Acaso no puede ser más hermosa y sensual una canción como “Hentai”?
Rosalía en el top. Puede poner a Danny Trejo en el video de “La Fama” —el que canta con The Weeknd, como si él fuera Romeo Santos—. O ensuciar todo el sonido posible del reggaetón en una corta y contundente “Saoko” y de construir una letra que parece no tener sentido, detrás de una producción que deja de lado lo pulcro de “El Mal Querer”, con “Chicken Teriyaki”. O no despedirse de su lado flamenco, como en “Sakura”, o cantar un bolero imponente, como lo es “Delirio de grandeza”.
Y al hacer lo que quiera, se convierte en una artista mucho más interesante que el común de los que suenan en este momento.
Porque si se escuchan los tres discos de Rosalía, uno seguido de otro —empezando por “Los Ángeles”, de 2017— la sorpresa será mayúscula. Por eso, “Motomami” no se puede percibir como el final de algo o la destrucción de una carrera.
Es un siguiente paso. Uno mayúsculo.
La estética del aquí y ahora
Pero sí hay que tomar en cuenta lo que se ha dicho de los adelantos, especialmente en España y en gran parte de Latinoamérica. Haciendo una búsqueda por YouTube se pueden encontrar decenas y decenas de vídeos en los que gente de varios países reaccionan a las canciones. Los resultados no son favorables.
Están quienes hablan desde el fanatismo y la acusan de alejarse completamente de aquello que la hizo valiosa. Algo que, si se escucha el nuevo disco, en su totalidad, se sabe que no es así.
Y también están los que desde el conocimiento musical hacen revelaciones sobre lo que sucede con estos temas y también reniegan de estos, por lo que ella hizo antes. Frente a lo que pasaba en “El Mal Querer”, sí que las canciones de “Motomami” podrían sonar a trabajos menores. Pero eso tiene que ver con la “distancia” que maneja.
En ciertos casos, las composiciones están hechas sobre armonías más sencillas, estructuras repetitivas y letras que funcionan más como aditamento a la experimentación y no como un discurso firme.
Eso es un hecho. Pero, ¿eso es suficiente para decir que es un retroceso?
Rosalía está en las ligas mayores. Eso significa entrar en una dinámica en la que hay muchos factores en juego. La industria de la música utiliza una serie de tácticas y estrategias para que su producto sea exitoso y eso, no hay que ser ingenuos, no puede dejar de afectar a las canciones.
¿Está Rosalía haciendo música para Tik Tok? Probablemente sí. Pero Rosalía no ha transado demasiado con el mercado. Ha dicho, ok, esto es así y lo haré como ustedes quieran… pero será a mi manera. Si es que algo así es posible.
Lo cierto es que “Motomami” es diferente. Y eso, por lo general, no es sinónimo de malo.