Texto: Eduardo Varas C.
En “El bicho que se bajó del tren” (Ediciones El Nido, 2021), el neoyorkino William Joseph Walsh es seducido para ir a un Ecuador que se recupera de una guerra entre conservadores y liberales, para ser parte de The Guayaquil & Quito Railway Company. Para coordinar, para ser el encargado de que todo avance como debe avanzar en la construcción del tren. Y, tomando en cuenta su necesidad personal de huir de un futuro ya definido para él, acepta.
Esto, mientras el siglo XX empieza a abrir sus brazos.
Este es el punto de partida para esta novela en la que el periodista y escritor Benjamín Ortiz Brennan se decanta por la realidad para hablar sobre conflictos, pasiones y decisiones que no van a dejar a ningún personaje sin algún tipo de cicatriz.
La base está ahí. En medio de seres que van y vienen, que aparecen, hacen lo suyo y se van. La novela gravita alrededor de Walsh y de su esfuerzo por construir el tren —cumpliendo los nuevos y constantes requisitos y pedidos que cambiaban de un momento a otro—, a pesar de las presiones políticas, los atentados y los robos. Walsh se enamora de una ecuatoriana, Eloísa, hija de un diputado conservador, José Ruperto Hervas del Floril, y trata de compaginar tanto su vida personal como la laboral y política; en un ejercicio de equilibrismo que la novela trata de llevar adelante.
Ortiz Brennan consigue que, de a poco, se produzca curiosidad y fascinación por lo que Walsh está pasando. El arranque no es el más interesante, pero a medida que se avanza, se produce el artificio: como lectores estamos a merced de este personaje y lo que debe pasar con él. Y todo marcha de maravilla, hasta llegar al desenlace.
En esa parte en la que se pierde parte del interés que se ha generado.
Porque mientras un buen tramo de la novela se centra en cómo articular la relación entre William Joseph y Eloísa, al final se ejecuta una ruptura que no se sostiene como debería. Quizás el autor debió dedicarle más páginas a eso, para aclarar el efecto, para darle mucha más fuerza a esa parte. En ocasiones, los cierres se pueden entender como recompensa al lector. No para un final feliz, sí para uno con más profundidad.
¿Qué significa eso? Pues que en la novela histórica siempre es necesario manejar el equilibrio entre ficción y hechos. ¿Lo que se cuenta en “El bicho que se bajó del tren” está basado en hechos reales? Se supone que sí, se habla de esta novela desde esa mirada, pero hay algo más trascendente aquí.
Ortiz Brennan destina una buena cantidad de páginas a explicar los entramados políticos detrás de la construcción del tren y de recuperación del poder de Eloy Alfaro. Hay un manejo de información documental que parece ayudar al contexto y a prefigurar la historia de amor trunco. Existe un intento por retratar cierta forma de hablar en el Ecuador de entonces —que da la impresión de ser adecuada en varios momentos, no en todos—. Sin embargo, como novela, el desarrollo de personajes es el que debe mandar –tal como explicó en su momento Ricardo Piglia— y en esta, Walsh es tan contradictorio en casi toda su extensión que en el cierre no tenemos la posibilidad de degustar esa contradicción, como sucede antes.
Es como si el autor hubiera preferido decantarse por lo que los hechos históricos que investigó y moverse en ese sentido, pero dejó de lado el mayor atributo de su novela: llenar con ficción eso real y que en todo el libro había funcionado de maravilla. El final merecía más de eso, sin duda.
No es que “El bicho que se bajó del tren” sea una mala novela. No lo es. En realidad, es muy buena, completa y emotiva. Benjamín Ortiz Brennan es un narrador que trata con respeto a sus personajes y hace de Walsh el antihéroe emprendedor que no ha sido considerado como parte necesaria de la literatura en el país. Y nada de lo que se puede criticar en la novela —a veces hay pequeños errores en el manejo de los diálogos, pero son cosas veniales— la hace padecer.
Eso es lo que convierte a un libro en algo que vale la pena. Porque a pesar de las cosas que se pueden notar, que saltan a la vista y que terminan faltando, esta novela cumple y permite ese viaje en el tiempo que, en momentos como estos, ayuda a dejar de lado los vientos de guerra y poner la cabeza en otros espacios.
“El bicho que se bajó del tren”
Benjamín Ortiz Brennan
Ediciones El Nido, 2021
312 páginas
Costo: $20